Entrevista sobre las experiencias del alumnado de la US en el marco de la Cooperación al Desarrollo
Dentro del ciclo de entrevistas en el marco de la Cooperación al Desarrollo y las experiencias del alumnado de la Universidad de Sevilla, presentamos el importante trabajo desarrollado por dos egresadas de la Facultad de Psicología en torno a proyectos relacionados con igualdad y violencia de género.
Aloe Cubero Pajares es psicóloga con especialización en Psicología Social y Comunitaria por la Universidad de Sevilla; ha trabajado en el tercer sector en proyectos con mujeres migrantes y racializadas desde perspectivas feministas interseccionales y realizado investigaciones sobre violencias hacia mujeres y juventudes en el contexto salvadoreño. Actualmente es investigadora predoctoral en la Universitat Rovira i Virgili (Tarragona).
Ana Recio Reguera es psicóloga y sexóloga especializada en intervención y mediación familiar; ha colaborado en proyectos contra la violencia de género y la exclusión social de colectivos vulnerables y ha realizado investigaciones acerca de las violencias ejercidas en El Salvador hacia mujeres y jóvenes. A día de hoy continúa colaborando con la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local (CFDL).
En el año 2019 obtuvieron una plaza cada una para realizar una estancia en El Salvador de la mano de AIETI dentro de la Convocatoria de Ayudas para la Sensibilización y Formación en Cooperación Internacional al Desarrollo de la Oficina de Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Sevilla. Recientemente participaron en el webinar “Antes y después, resiliencia intergeneracional ante la violencia” realizado por ACISAM y la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, donde dieron a conocer una investigación desarrollada por ambas en El Salvador. En la siguiente entrevista nos cuentan su experiencia como alumnas, becarias y profesionales en el país centroamericano.
¿Cómo empezó vuestra experiencia de trabajo en El Salvador? ¿Qué papel tuvo la Convocatoria de Ayudas para la Sensibilización y Formación en Cooperación Internacional al Desarrollo (Voluntariado Internacional) de la Universidad de Sevilla?
Aloe: Nuestra experiencia comenzó justo hace un año gracias a las becas de Voluntariado Internacional. Previamente, yo había sido becaria en la Oficina de Cooperación y desde que salieron las plazas, tuve claro que El Salvador sería mi primera opción. Durante los últimos años, uno de mis principales intereses han sido los movimientos y prácticas feministas desde perspectivas decoloniales. Así que colaborar con AIETI y la Colectiva Feminista era una oportunidad para continuar profundizando en las estrategias de resistencia que las mujeres construyen desde la cotidianeidad, desde esas redes comunitarias que al final son las que producen rupturas en este sistema capitalista, colonial y patriarcal en el que estamos inmersas. La beca fue el primer paso para comenzar a conocer esas prácticas e intercambiar saberes con las compañeras que batallan día a día contra la violencia desde los territorios y las comunidades. Más específicamente, comenzamos con un proyecto con mujeres supervivientes de violencias de género través de metodologías artísticas, el cual desarrollamos en la zona oriental del país. Lo que siguió de dos investigaciones más: una sobre movimientos sociales y otra sobre las situaciones de violencia hacia mujeres y juventudes en distintos municipios. La beca fue el punto de partida para varios contratos de trabajo que se alargaron casi 8 meses, así que os podéis imaginar lo bien que nos vino recibirla en primer lugar como jóvenes (y precarias) que comienzan su andadura en el mundo laboral.
¿Qué significa para vosotras como psicólogas mujeres abordar un tema tan complejo y tan importante como la violencia? ¿Es necesario diferenciar la violencia de género?
Ana: En un contexto como El Salvador, donde la violencia está socialmente aceptada y se mantiene por diversos factores, considero fundamental luchar por prevenir y erradicar la violencia. Concretamente, en nuestra experiencia trabajando con mujeres y jóvenes de zonas rurales, fuimos conocedoras de los niveles de violencia a los que están expuestos y expuestas diariamente desde un nivel macro, como es proviniendo del gobierno o la policía nacional civil, hasta un nivel micro en el sistema familiar o en las comunidades debido a la presión ejercida por las pandillas. Desde mi punto de vista, para abordar la violencia ejercida hacia las mujeres por el mero hecho de serlo, debe comenzar identificándola, por tanto, es necesario especificar la violencia de género como reflejo de una sociedad patriarcal basada en la desigualdad, la subordinación y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
Aloe: Es fundamental diferenciar y denunciar que existen las violencias de género y que son un problema de dimensión global, pero estas han de ser entendidas desde una perspectiva interseccional. No todas las mujeres somos iguales, ni sufrimos las mismas violencias. El propio sistema global en el que vivimos es generador de violencia. Y mientras no avancemos hacia formas de organización social más respetuosas con la vida humana y la naturaleza, es necesario poner todos nuestros esfuerzos como profesionales y activistas en intentar disminuir los efectos de las violencias sobre las personas. El punto de partida para su abordaje es considerar que la violencia es un fenómeno multicausal y multidimensional, que se acentúa y agudiza en función de nuestras dimensiones de opresión y privilegio. Si bien es cierto que nosotras somos mujeres –y que somos susceptibles de sufrir violencias basadas en el género–, no dejamos de ser mujeres nacidas en el Norte Global, blancas y de una clase social que nos ha permitido tener acceso a una educación superior, entre otras cuestiones. Creo que como investigadoras o profesionales tenemos que partir de una reflexión sobre quiénes somos y cómo nos aproximamos a las realidades donde trabajamos porque también podemos ejercer violencia, por ejemplo, violencia epistémica, a través de la invisibilización de ciertos discursos o de la sobre-interpretación de otros. Por tanto, considero que el estudio o intervención en contextos de violencia es cuanto menos complejo y debería ir siempre acompañado de un cuestionamiento constante de las lógicas de poder social y de nuestras propias posiciones dentro de ellas.
¿Se podría decir que vuestra experiencia y/o trabajo ha sido un proceso desde la Cooperación al Desarrollo con perspectiva de género? ¿Por qué?
Ana: Sí, considero que nuestra experiencia ha contribuido a promover acciones basadas en la igualdad y la inclusión desde la horizontalidad. Nuestro desempeño fue un proceso complementado con la labor de nuestras compañeras de la Colectiva por conseguir los objetivos de desarrollo. En especial, los proyectos en los que hemos estado trabajando se han basado en la perspectiva de género, orientándonos a promover o incrementar procesos de empoderamiento de las mujeres y, concretamente, de las zonas rurales.
Aloe: Además, hemos procurado mantener una visión crítica desde una perspectiva feminista interseccional en todas las fases de los proyectos. Creo que hemos desarrollado acciones que han sido de utilidad para las compañeras, en tanto que hemos aliviado carga de trabajo para ellas y hemos respondido a necesidades específicas con nuestras áreas de especialización. Al mismo tiempo, nosotras hemos podido nutrirnos de los conocimientos y de las estrategias de organización y acción de los movimientos feministas del país; ha sido un intercambio de saberes entre ambas partes, que es en la forma en la que yo concibo que debería ser la cooperación.
¿Creéis que a través de un Voluntariado Internacional se logran aterrizar los conocimientos adquiridos durante la carrera universitaria?
Ana: En los proyectos llevados a cabo, he aplicado diferentes conocimientos según el trabajo a desarrollar, ya que las funciones requeridas en cada proyecto demandaban diversas habilidades que complementamos con nuestros estudios universitarios. Como psicóloga y sexóloga, me llevo destrezas que solo habrían sido posibles trabajando con población salvadoreña y en un contexto donde aprendes a flexibilizar los conocimientos académicos.
Aloe: Sí, claro, de eso no cabe duda. Y yo personalmente me siento muy agradecida por haber tenido la oportunidad de trabajar en otros contextos, porque he aprendido muchísimo, y no sólo profesionalmente, sino que me llevo muchas cosas que sé que me servirán en otros aspectos de mi vida. Pero creo que es importante decir que también se pueden aterrizar esos conceptos colaborando con las asociaciones de vecinas de tu barrio o con alguna ONG que trabaje a nivel local. El poder viajar y trabajar en terreno nos viene dado con nuestro privilegio geopolítico y de clase. Por eso, en el caso de que se haga, creo que se tiene que hacer teniendo conciencia de eso y reflexionando sobre los impactos, tanto negativos como positivos, que podemos tener. A todas creo que nos sonará el “síndrome del salvador blanco” que tanto han denunciado activistas y académicas antirracistas: jóvenes occidentales que se desplazan a países del sur con muy buenas intenciones pero que acaban por reproducir prácticas neocoloniales. Desde mi punto de vista, y a partir de mis propias experiencias, creo que es muy importante preguntarse el por qué y el para qué antes de realizar una estancia internacional de estas características. Quizá ese sería mi consejo para las que están por venir.