Físicos españoles discrepan con la Sociedad del Sueño y defienden el cambio de hora en Estados Unidos

Los profesores José María Martín Olalla, de la Universidad de Sevilla, y Jorge Mira Pérez, de la Universidad de Santiago de Compostela,  cuestionan el manifiesto difundido por la Sleep Research Society en el que se defiende la adopción del horario de invierno de forma permanente

Reloj

El cambio estacional de hora no afecta a la duración del período de luz diurna —fenómeno natural ajeno a las convenciones humanas— sino que permite optimizar su uso aprovechando la luz matinal para realizar actividades y así conseguir más horas de ocio diurno. Este es el eje sobre el que se asienta el artículo que los profesores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y la Universidad de Sevilla (US), Jorge Mira Pérez y José María Martín Olalla, acaban de publicar en la revista Sleep y en la que analizan la naturalidad y utilidad del cambio estacional de la hora en respuesta a un manifiesto de la Sleep Research Society que pide su fin en Estados Unidos y la adopción de la hora de invierno de forma permanente. En relación con el cambio de hora que en Estados Unidos se llevará a cabo el próximo 12 de marzo, los investigadores consideran que “la cancelación de la práctica no mejorará el escenario actual en el rango de latitudes sobre el que se sitúa Estados Unidos”.

No obstante, opinan que el cambio de primavera llega demasiado pronto en Estados Unidos, y el cambio de otoño se retrasa demasiado, lo que incide especialmente en las personas con jornada laboral más adelantada. A juicio de los investigadores, si se admite que las fechas de los cambios de hora deben modificarse en beneficio de la población, el cambio de primavera debería producirse tras el equinoccio, principios de abril, como ocurría en Estados Unidos hasta el año 2007. “De la misma forma, si el cambio de otoño llegara a principios de octubre, como era hasta 1954, muchos trabajadores y niños en edad escolar dejarían de estar sometidos a las estresantes horas crepusculares de las mañanas de octubre”, explican en su trabajo los autores.

Los investigadores continúan señalando que las sociedades modernas, regidas por horarios preestablecidos, solo pueden regular estacionalmente su actividad a golpes de una hora, como se hace con el actual cambio. Los inconvenientes momentáneos de esta alteración, según los expertos, se compensan con una mejor alineación del inicio de la actividad con el amanecer. En su trabajo apuntan que, en la práctica, la población no varía sus horarios tras los cambios, un indicio del éxito de la medida, advierten Jorge Mira Pérez y José María Martín Olalla. “No es fácil mantener un piñón fijo de reloj todo el año, cuando las horas de salida del Sol cambian de invierno a verano, aliviamos esa necesidad cambiando estacionalmente la hora, y si no lo hiciéramos, cambiaríamos estacionalmente los horarios de trabajo”, matizan.

Preadaptación

Los autores subrayan el hecho de que el día invernal es corto, lo que condiciona la actividad humana; mientras que la noche estival es también de menor duración, lo que condiciona la conciliación del sueño; y ello con independencia de hacer o no el cambio de hora. “Destacamos que el amanecer invernal y el anochecer estival están separados por doce horas, con independencia de la latitud. Si la actividad humana se inicia con el amanecer invernal y se emplea la regulación estacional de la hora, entonces el inicio de la actividad humana en verano y el anochecer estival están separados por once horas, probablemente suficiente para un sueño adecuado. Aquellos que tienen un inicio de la actividad más temprano que la hora del amanecer invernal pueden notar que la regulación horaria es menos adecuada en verano. Pero es de destacar que la propia regulación ha ayudado a evitar que la actividad humana se desarrolle antes del amanecer invernal”, explican.

“En verano o te acuestas temprano, poco después de anochecer, o te levantas tarde, mucho después de amanecer”, explica Jorge Mira, quien ha sido miembro de la comisión del Gobierno de España para el análisis de la hora oficial. José María Martín Olalla, investigador en los usos sociales del tiempo, con especial énfasis en la adaptación humana al ciclo estacional de la luz y oscuridad, añade “conocemos los inconvenientes de practicar el cambio de hora, es decir, las molestias de cambiar el reloj dos veces al año; olvidamos sus ventajas y desconocemos los inconvenientes de no haberlo practicado”.

La mayor preocupación de la comunidad cronobiológica y del sueño reside en los riesgos que produce el salto de una hora. En este sentido los autores proponen una adaptación preventiva alterando, por ejemplo, la alarma del despertador en las semanas anteriores al cambio de primavera en cuatro etapas de quince minutos, tres etapas de 20, o dos de 30. El cambio de hora en Europa se realizará el domingo, 26 de marzo, mientras que en Nueva Zelanda, Australia y Chile tendrá lugar el domingo, 3 de abril.

Referencia bibliográfica

José María Martín-Olalla, Jorge Mira, It is time to understand daylight saving time, Sleep, Volume 46, Issue 3, March 2023, zsac309